El tópico más cansino del eduentertainment (interfaz obscena del edubusiness) es el de la escuela actual como un invento del siglo XIX obsoleto para el XXI. Sin embargo, lo que sostiene el mantra o discurso no es sino una épica trasnochada y fraudulenta, precisamente del XIX, que debería resultar ridícula en el XXI. La figura romántica de aquel siglo es la del rebelde, alma exquisita y vitalidad prometeica que arregla, él solito y desde fuera (outsider), un mundo atroz. O más a menudo se estrella contra él irremediablemente bajo el peso de sus alas y la fuerza del sino. El siguiente avatar de ese icono trágico es el rebelde adolescente cinematográfico, criatura atormentada por un mundo sombrío que lo destruye pues en su interior arde luz oprimida... En el momento de rasgar la tiniebla, sin embargo, sin visión clara, ni causa, ni estrategia -como nos enseñó Camus-, resulta al fin bello pero estéril. Su correlato de la épica realista es el detective privado que se alza sobr
La escuela no tiene significado sin dimensión académica. Y sin dimensión social no tiene sentido.